Crónicas de la ignominia. XXXVIII.

 

 LA INDIA CATALINA. II.

 

 Su imagen, "introducida en 1960, como estrategia del premio del Festival de Cine de Cartagena, se ha convertido en un personaje de la ciudad...mediante las técnicas de marketing...", diría en una conferencia el antropólogo y profesor Gerardo Ardila, quien ha dedicado buena parte de su vida académica "a trabajos en y sobre el caribe colombiano". Aun así, en una inefable paradoja no parece haber referencia alguna acerca de su nombre nativo, aquel con el cual le llamaron sus padres, parientes y amigos, en aquella infancia perdida en las sombras de un época trágica y oscura. Como Catalina de Galerazamba, William Ospina hace de ella una mención en su novela Ursúa,  refiriéndose al lugar donde regresaría a los suyos, como interprete y mediadora para el conquistador de Heredia.

 Voy a continuar expresando lo que pienso. Con base en la información a mi alcance, creo tener suficiente ilustración para reivindicar la superflua y maltrecha imagen de una persona de carne y hueso, manipulada por el establecimiento con fines comerciales hoy en día y, en su momento instrumentalizada por sus amos, en especial por el pérfido trasgo, en funciones en la gobernación de Cartagena. Necesitando pacificar la región, el sujeto de marras decide traerla desde Gaira, diré sin temor a equivocarme, con la promesa de devolverla a su terruño ancestral, al seno de los suyos. La veo a ella inteligente, intuitiva, para entonces conocedora a profundidad- tras algunos años de evangelización en la mencionada comarca- del mensaje del Nazareno, que servía de pretexto a los invasores para adelantar su misión de conquista; consiente, frente a la oportunidad de influir para salvar los rezagos de los pueblos al borde de la extinción. Y la toma, durante tres años se convierte en la mano derecha de don Pedro y decían en los mentideros, que en su concubina. 

 Como mediadora la primera poliglota suramericana, logra apaciguar los ánimos belicosos de las partes, en buena medida y, ya vimos cómo, se consolidan en aquellas tierras feraces, las bases del primer baluarte de la corona en tierra firme. No obstante la codicia y las ansias de poder del sujeto no menguan, por el contrario, abusando de su poder, se dedica a saquear cuanto asentamiento aborigen encuentra, e incluso se atreve a engañar a sus soberanos con el quinto que les corresponde y a disponer a su antojo de las instituciones y de los fondos locales. Es así como en mil quinientos treinta y seis, en su primer juicio de residencia es acusado de innumerables entuertos y desaguisados, a tal punto que, la misma Catalina tomando distancia, testifica en su contra.

 Aparece entonces en escena, quizás sacando provecho de las circunstancias, un enamorado, don Alonso Montañés, sobrino del susodicho, con quien unos aseguran se casa, aunque también dirán otros que lo había hecho ya en Santo Domingo con Miguel Díaz, un hombre del almirante. Sin embargo, no existe evidencia de alguna descendencia que corrobore las uniones, ni tampoco los amores clandestinos con el implacable conquistador de la región, donde finalmente será erigida como símbolo del mestizaje. Facilitadora para algunos de la imposición de la civilización europea sobre las tribus paganas y salvajes, para otros la traidora que coadyuvo a la destrucción de las naciones nativas. Podríamos decir entonces que, la mezcla de las culturas, en sus comienzos, no fue producto del amor, sino de la barbarie de los invasores. No llegaron mujeres en los viajes iniciales, nunca se mencionan en las primeras relaciones oficiales, ni en las crónicas más adelante. Los soldados de las primeras batallas, saciaron sus ímpetus con las sobrevivientes de los saqueos. 

 Por algunos avatares que nunca conoceremos, Catalina llegó a Santo Domingo, entre los esclavos, botín de una de aquellas incursiones, en la que pudo haber presenciado innombrables atrocidades y tuvo la suerte o el coraje, tampoco lo sabremos, de sobrevivir y adoptar, hasta cierto punto, las costumbres españolas. Vestía sus ropajes cuando regreso al terruño ancestral, nos dicen los relatos pero, son sus raíces indígenas las que le permiten mediar en los conflictos generados por la desconfianza que, para entonces sentían los aborígenes ante los crueles y taimados conquistadores. "¿Habría podido Catalina escapar de sí misma luego de veintitrés años de alejamiento? Debió tener mucho de nativa." se pregunta el poeta Hernán Urbina Joiro, autor de un extenso ensayo donde elucubra sobre su personalidad y sentimientos.

 Por otro lado la investigadora francesa Elizabeth Cunin la plantea como "...un ideal de la mujer indígena ética, noble, honesta, que se sacrifica por el futuro de la humanidad y que aparece en total oposición con el hombre, cínico, egoísta, en busca de su propio interés." En general la academia resalta la contribución en la imposición de la "civilización" en la región y en sus pobladores, como la persona que facilita la transición. No es mucho lo que se ha trabajado sobre su legado real, apenas comenzamos y estamos en deuda.

 Yo, voy a ponerme en sus incomodos botines de mujer española, o quizás en las sandalias frailejunas que reemplazaron sus abarcas y, diré a su favor, que sobrevivió como pudo en medio de aquel maremágnum.

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Rincón del Mar.

A la izquierda.

Lecturas primordiales.