Crónicas de la ignominia. XXXIII.

 

 JORGE ROBLEDO. EL MARISCAL. I.


 Hube de hacer la salvedad en el titulo, para evitar que nuestro protagonista de hoy fuese confundido con el tristemente celebre manzanillo, recién salido del closet, que estuvo camuflado por décadas en las filas de unas ambiguas colectividades, aparentemente revolucionarias. Supongo que ya lo identificaron, así que continuo con quien aquí nos interesa.

 Podemos empezar con el regreso al Nuevo Mundo por Santo Domingo, en compañía de su radiante esposa María de Carvajal y Mendoza y un gran séquito, reivindicado por la corona; que le tenia en alta estima, desde que llegara a capitán de las tropas imperiales, luchando contra el invasor Francisco I de Francia en las guerras italianas; estrenando su flamante titulo, desde la madre patria, a donde fuera enviado en cadenas, acusado por Pedro de Heredia de invadir su jurisdicción en su respectiva gobernación. Había llegado hasta donde estaba, según algunos cronistas, después de tres lustros largos de campañas conquistadoras, comenzando en mil quinientos veintiocho, cuando arribara a Mexico, con Pedro de Alvarado, nombrado para entonces Capitán General y Gobernador de Guatemala, entre una centena de hidalgos elegidos por el mismo emperador, para consolidar la conquista y la colonización en ultramar. 

 Sin embargo, no hay consenso aun, porque dirán algotros, que fue con el funesto Pedrarias, cuatro años después pero, se habla de su participación en el descubrimiento de la Nueva Galicia y la conquista de aquella jurisdicción. Solo se ha dilucidado con claridad su participación con el de Belalcázar en el apoyo a Pizarro en Cajamarca y bajo su mando, en el ejercito conformado para culminar, en la región de Riobamba, la conquista de los Incas. En adelante se le puede ubicar en las campañas más allá de Santiago de Quito, junto a Sebastián, estribando con él sus fundaciones. Luego, comisionado por la Gobernación de Popayán, adelanta descubrimientos y conquistas que irán afianzando su imagen y la consiguiente desconfianza de su supuesto amigo y capitán.

 Había nacido en la muy antigua y muy noble ciudad de Úbeda; quizás la más vieja de Europa, en el Reino de Jaén, dos siglos atrás reconquistada por la Corona de Castilla; en los albores del siglo XVI, en el seno de una connotada familia y, dice la Real Academia de Historia, educado de acuerdo a su posición. Parte de esa educación, como era corriente entre los caballeros, fue en las armas y así antes de los veinte fue un experto guerrero y se destacó hasta hacerse oficial de las fuerzas imperiales. Como tal llegaría a las islas del caribe, desempeñando un papel relevante en su conquista y también, como ya vimos en tierra firme. 

Diría yo que por esto, su último comandante, zafio y de origen humilde, resintió siempre su presencia. Ante sus descubrimientos, sus conquistas y al verlo regresar como Mariscal, decide neutralizarlo a toda costa. Robledo siempre tuvo en reserva sus aspiraciones estando bajo sus ordenes pero, jamás descuidó sus espaldas mientras desplegaban juntos sus atrocidades. Mantuvieron siempre un marcado antagonismo, en medio del recelo mutuo hasta que finalmente, la inquina guardada por años en sus corazones se destapó condenándolo a su muerte. Sería en Pácora, tras haber consolidado con sus "hazañas", la conquista que le haría célebre en nuestro inefable país.

 Designado al arribar a Cartagena de Indias por el juez y visitador general, Don Miguel Diaz de Armendáriz en la Gobernación de " Antioquia, Arma, Cartago y Anserma" con total independencia de Belalcázar y ante la negativa del susodicho de aceptar su autoridad, se desata la que yo me atrevería a llamar, primera guerra civil en territorio americano. Veremos entonces los pormenores del asunto en la próxima cuartilla. 

 

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