Crónicas de la ignominia. XXXVII.

  

 LA INDIA CATALINA. I.


 No será tarea fácil desarrollar un esbozo, al menos creíble, de una figura todavía controversial y polémica como pocas en la historia nacional que, además está de llena de sombras, imprecisiones y falacias oficiales. Para algunos Catalina, bautizada así en el catolicismo, es símbolo del mestizaje colonial, proceso socio cultural ambiguo aun en nuestro caso, por la negación recalcitrante de unas élites clasistas y racistas con ínfulas aristocráticas. Para muchos de los suyos fue una traidora que propició el proceso de conquista y colonización, tras el convulso y violento preámbulo del descubrimiento del Nuevo Mundo, que lo transformaría definitivamente en una burda parodia del Viejo Mundo; en declive en medio de los nuevos absolutismos emergentes. Tendremos que escarbar bastante en los escasos folios de una investigación que apenas comienza. 

 Comencemos nosotros relatando como, apenas adolescente fue raptada por aquellos barbaros que venían a imponer su voluntad y sus ambiciones, por encima incluso de las directrices oficiales de la Corona española que, los comprometían a respetar la vida y las culturas de sus súbditos indígenas. Don Diego de Nicuesa, mientras navegaba y trasegaba por las costas de la llamada Tierra Firme, de ida o de venida de su jurisdicción en la recién establecida Gobernación de Veragua, en una de sus incursiones, sin duda entrando a saco, como ya era costumbre, entre los esclavos indígenas capturados, lleva a una niña de apenas catorce años a la ya pujante villa de Santo Domingo, que prosperaba impulsada por el tráfico infame.

 No alcanzo a imaginar que pensamientos podrían rondar por su imaginación infantil, mientras era arrancada de su entorno natural y obligada a adoptar- sin opción alguna- unas costumbres extrañas, además llenas de imposturas e imposiciones dogmáticas.

 Nacida alrededor de mil cuatrocientos noventa y cinco, si tenemos en cuenta que el secuestro fue en el año nueve de la nueva centuria; en la comarca del cacique Zamba, uno de los líderes de la Nación Mokaná- probablemente su padre- fue educada según su rango, en las costumbres ancestrales de un pueblo reconocido e influyente en la región por su estructura social, como hábiles navegantes y prósperos comerciantes de la sal de las salinas costeras, lo que le permitió viajar por los territorios vecinos, adquiriendo dominio de las distintas lenguas. Una vez entre los españoles aprende con facilidad el idioma y es adoctrinada en la religión católica. Pronto esta mixtura cultural, la convertirá en un apreciado instrumento para los conquistadores en la tierra firme. Diría yo que, instrumentalizada por algunos curas doctrineros, para el año veintisiete se aposenta en tierra firme, en la comarca de Gaira cercana a Santa Marta, donde la encuentran evangelizando los emisarios de Heredia, requerida por este, para  a su vez usarla como interprete.

 Recibido a flechazos por los nativos, conocedores de la violenta y taimada condición de los invasores, el flamante gobernador no había logrado asentarse en su jurisdicción en la de Calamarí. Se le ocurre entonces que, a través de aquella afamada "india lengua" nativa de la región, de quien tuvo referencia mientras saqueaba por aquellos lares, podía solventar la situación. Y así fue, antes de un año, para mediados de mil quinientos treinta y tres, estriba don Pedro sobre el asentamiento aborigen, mediante un letrero que dice San Sebastián de Calamar, la villa que al final del año bautizaran como Cartagena de Indias.

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