Crónicas de la ignominia. XXXV.

 

 PEDRO DE HEREDIA. I.


 Ya lo conocimos, cuando; desplegando soberbio su poder jurisdiccional, celoso de la riqueza y la fama adquiridas por Robledo en sus conquistas en la rica provincia de Antioquia; lo toma prisionero y acusado de usurparlo, lo envía en cadenas al otro lado del océano, a responder ante las cortes. Y, mientras este iba y venia y su comandante el Gobernador de Popayán, aquel de Benalcázar, combatía a los insurrectos levantados contra el de la Nueva Castilla, allá en el sur, Don Francisco Pizarro, futuro Marques de los Atavillos; lo veremos queriendo imponerlo, en aquellos territorios feraces y fértiles, pletóricos de cultura y de riquezas, que todos juntos anhelaban para sí.

 Para su desgracia le va como a los perros en misa pues, después de pasar las de San Quintín, tendrá que regresar con el rabo entre las piernas. Perdonaran lo coloquial del relato pero, así fue literalmente. El futuro mariscal había hecho lo suyo, con dádivas y promesas tenia de su lado a muchos de sus coterráneos, y otros tantos eran afectos a don Sebastián, obligando todos al intruso a coger las de Villadiego. Y no era la primera vez, había llegado a Santo Domingo prófugo de la justicia, requerido por la muerte de tres hombres en venganza de una afrenta.

 Dicen las crónicas oficiales que "amigo de juergas y pendencias, en su juventud se vio envuelto en un lance contra seis hombres que le cortaron la nariz." Sus relaciones en la corte, le permiten el acceso a un renombrado cirujano que, tras un original tratamiento logra rehacer su rostro en buena medida. Sin embargo esto no le basta a su orgullo herido y procede como ya vimos, con las consecuencias esperadas. También se dice que en la isla le sonríe la fortuna pues, con su hermano Alonso, después de algún tiempo, terminan dueños de tierras y de indios, con una estancia y gran plantación de caña de azúcar.

 Muerto Rodrigo de Bastidas en mil quinientos veintisiete siendo gobernador de Santa Marta-pronto conoceremos la historia-, la Real audiencia designó a don Pedro de Badillo como interino en el cargo y, al de Heredia como su teniente. Llegados a tierra firme encuentran oposición del lugarteniente de don Rodrigo, quien los enfrenta, hasta que Álvarez Palomino termina ahogado en el rio que tomará su nombre. Ya seguiremos sus andanzas tras el regreso del de Badillo a Santo Domingo, cuando queda a su cargo la jurisdicción. 

 Un año después estará de regreso en La Española, con la mira de embarcar hacia la madre patria, para adelantar en persona las gestiones, tras una capitulación que consigue y le concede la muy anhelada conquista y gobernación de Cartagena de Indias, en la que dejara ingratos recuerdos entre nativos y negros, con el usufructo del perverso negocio de la esclavitud, entre otros desafueros y atrocidades. Hasta entonces... 

 

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