Crónicas de la ignominia. XXXII.
SEBASTÍAN DE BELALCÁZAR. II. Zarpó entonces el señor Moyano y Cabrera, en los dos bergantines que compró, con una pequeña tropa bien pertrechada y las bestias y las vituallas necesarias, para el largo periplo hasta el Imperio Inca, donde esperaba recuperar con rapidez su fortuna, invertida en el empeño. Dejando atrás la estela de atrocidades y desafueros cometidos bajo las ordenes del funesto Pedrarias y su propia fama de cruel, implacable y taimado, esperaba también como todos, alcanzar la gloria y las mercedes reales al servicio de la gesta conquistadora, sometiendo y subyugando cuanto pueblo y nación se les pusiera en frente. Y vaya que algunos lo lograron. Un par de años después, otra vez rico, se dirigía, comisionado por Pizarro, sediento de sangre y más riqueza, al norte a someter los reductos de aquella esplendida civilización hecha añicos. Estribarían, él y sus colegas asentamientos fortificados; tras arrasar entrando a saco; sobre los rescoldos de cada ...