Crónicas de la ignominia. XXVIII.
VASCO NÚÑEZ DE BALBOA. I.
Muchos de mis contemporáneos podrán recordar cómo, la Historia hacia parte de nuestra educación "humanista", dirán algunos. De haber sido con buenas intenciones estaría de acuerdo pero, aquella historia oficial; la Historia Sagrada, la Historia de Colombia o la apasionante Historia Universal; tenía un pérfido propósito. Se ocultaban siglos de oprobios, desafueros y atrocidades cometidos para sostener unos privilegios espurios, que se justificaban en nombre de loables conceptos como la fe, la libertad, la democracia.
Dicho esto, continúo ilustrando esta afirmación que podría verse como un despropósito, escudriñando en la realidad de otro mito que nos infundieron entonces. El adelantado Vasco Núñez de Balboa, a quien se lo otorgaron, no fue el primero en "descubrir" el océano Pacifico. Andrés Contero, al parecer uno de los Trece de la Fama; el grupo que acompaño a Pizarro en la persecución de Atahualpa y al fin se hizo famoso con su captura; sería entre los recién llegados quien, desde un acantilado, divisara por primera vez su inmensidad. Lo que si dicen que hizo los cronistas de entonces, el llamado Adelantado de la mar del Sur por orden de su capitán, fue tomar posesión de las tierras en nombre de sus soberanos y, nombrar el primer asentamiento español más o menos estable en tierra firme. Como Santa María de la Antigua del Darién la bautizó y sería, en un momento dado, considerado su fundador.
El lugar lo había determinado él mismo, frente a la incertidumbre generada por la imposibilidad de continuar la campaña de conquista desde el fuerte de San Sebastián, sito en tierras feraces y rodeado de tribus indómitas que dificultaron en grado sumo el empeño. Una expedición en apoyo de Ojeda, establecido allí con su avanzada desde el año anterior; quien herido buscaba volver a La española; comandada por su socio y subalterno Martín Fernández de Enciso, zarpó a finales de mil quinientos diez desde Santo Domingo, con el "vasco", que en realidad era de Jerez De los Caballeros, y su perro Leoncico como polizones. Aquel, uno más de sus muchos acreedores en la ciudad, se había negado a incluirlo en la tripulación y al sorprenderlo en su nao, por poco lo abandona en una isla desierta. Al parecer el encanto personal del condenado, quien pusiera de su lado a los demás tripulantes lo salvó y, finalmente lograron todos llegar a la improvisada fortaleza en Urabá.
Una vez allí convenció al bachiller y a sus huestes; agobiados por los mosquitos, entre pantanos insalubres y las flechas envenenadas de los nativos, de la existencia en el margen opuesto del golfo, de un territorio apto para el propósito colonizador, habitado por indígenas pacíficos dedicados a la recolección, la pesca y la caza para subsistir. Era la comarca del cacique Cémaco, cuyas gentes, habituadas a una vida tranquila en aquel idílico lugar, serían vencidas y sometidas con rapidez por los conquistadores ávidos de oro. Se desatará en adelante, desde allí, una andanada de ignominia sin precedentes, ante una precaria resistencia de parte de los naturales, conocedores ya de la aviesa naturaleza de los invasores.
Existe desde entonces una triste historia, manifestación de una enconada homofobia de parte de estos. Tras vencer la resistencia de los indígenas, en el sitio donde establecerían luego un fuerte conocido como La Guardia, organizan un agasajo para congraciarse. En medio de la celebración encuentran a algunos nativos en un bohío, disfrazados de mujeres; costumbre corriente entre las tribus de la época en el Darién; a los cuales inmolan, con base en unas oscuras leyes castellanas del siglo XIII, que proscribían la homosexualidad como pecaminosa.
Será allí mismo donde; después de incontables intrigas y confabulaciones de todos los implicados, por designio de Fernández de Enciso a cargo a la sazón, estribará Vasco Núñez la población, consagrándola a la Virgen de Santa María de La Antigua. De poco servirá la advocación pues, aunque se constituye en el punto de partida para la conquista del continente, los conflictos permanentes entre sus protagonistas comenzaron desde entonces, agudizándose como ya vimos, con la llegada del tristemente célebre Pedrarias, condenándola a su decadencia y desaparición una década después. Podríamos pasarnos media vida navegando entre los crónicas, los mitos y leyendas a las que dio pábulo pero, no estamos aquí para esto. Eso si, veremos a donde nos llevan los tejemanejes de Balboa y sus coterráneos, en la próxima entrega.
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