Crónicas de la ignominia. XXVII.


 PEDRO ARÍAS DÁVILA. II.

 Pedrarias.


 Este muy encumbrado personaje, resultó ser todo un truhan de la peor calaña. En definitiva su aviesa naturaleza, no estuvo a la altura de la posición de poder que le encomendara la corona. Apenas puesto el pie en tierra firme, comenzó a demostrarlo con creces. Tras la primera ordalía en Santa Martha había enfilado hacia Santa María del Darién, como ya vimos, donde llega días después, envanecido y enardecidas sus más bajas pasiones. Habían  saqueado un buen botín del que se dice, guardó para sí la mayor parte, haciendo patente su codicia, y acostumbrado a la sevicia de la guerra, pensaba ya en usufructuar aquel perverso instrumento, el Requerimiento Real. 

 La fama y la fortuna del adelantado Vasco Núñez, despertaron también su envidia. Mientras apura su juicio de residencia, envía cinco expediciones tierra adentro que, bajo sus directrices, entran a saco en cuanto asentamiento encuentran y regresan con oro y esclavos a montón. Para entonces, el desorden en aquel improvisado asentamiento se había desbordado con la llegada de su corte y sus huestes. Sin suministros, pronto se agotaron las reversas de uno y otro bando, porque se formaron dos, unos del lado de Balboa desconcertados, escandalizados con los desafueros en su contra que, incluía algunos prelados y destacados personajes de los recién llegados. Pronto la escases y la subsecuente hambruna se ensañaron con todos, llevando la situación a niveles dantescos. 

 Dicen los cronistas, algunos de ellos presentes en la ocasión, que se vio a los más elegantes, famélicos, perder sus finas maneras, sus ostentosos ropajes y, hasta el ultimo maravedí en trueques desesperados por un mendrugo de pan viejo y deambular hasta desfallecer, y a muchos otros morir, al punto, de que cuando, por la gracia de Dios les llega ayuda con el arribo de una nueva expedición, solo a la mitad de aquellos miserables, hallaron con vida. Si hacemos cuentas más de mil almas cristianas terminaron en el infierno de Satanás, sobreviviendo otras tantas, con el consuelo de algunas pocas salvadas a ultima hora por la extremaunción.

 Cuentan también que Pedrarias apenas se conmovió ante la desgracia, y por el contrario se aprovecho de la ocasión. Incluso baldado-cayó en cama con una fiebre de la selva de la se paró irreconocible y lisiado-prosiguió con sus planes de enriquecerse, mientras cumplía a medias con su cometido oficial. Durante tres años con sus secuaces, usufructuaron el lucrativo negocio de la esclavitud, mientras urdía la manera de sobreponerse a Balboa, a quien habían designado, al recibirse en España las nuevas de su descubrimiento, en la gobernación de Panamá y Coiba. Se pasaría un lustro entero tratando de engatusarlo, de neutralizarlo; llegando al extremo de concertar una conveniente unión matrimonial con una de sus hijas; para finalmente, una vez confiado, emboscarlo, ponerlo en cadenas y tras un juicio sumario, ejecutarlo implacable, acusado de traición a la corona sin fundamento alguno.

 En el ínterin,  a pesar de ser uno de los conquistadores "más denostados", al sujeto se le atribuyen no pocos logros, en función de la conquista y colonización de la llamada tierra firme. Oficialmente se le considera el fundador de algunos asentamientos, convertidos con el tiempo en ciudades importantes. Las élites resultantes de aquel nefasto proyecto que ayudo a encausar, y se consolida con quienes siguiendo su ejemplo, devastaron naciones enteras y sus culturas milenarias, lo tienen aun en alta estima. Allá ellos, como ya vimos, no hay nada que admirar y, para lo que compete a mi empeño de desmitificar estos pérfidos personajes, con lo dicho aquí me doy por bien servido. Vamos por otro...

 


 

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