Crónicas de la ignominia. XI.
ALONSO DE OJEDA. III. Astuto y audaz lo consideraron sus contemporáneos, por lo imprudente y taimado diría hoy en día, cuando develamos sus tretas, sus desafueros y los exabruptos que costaron muchas vidas entre los indígenas y bastantes de los suyos propios. Como todos los que entonces descollaban en aquella empresa del descubrimiento y de la conquista del nuevo mundo, contaba con el apoyo y la ambición del correspondiente mecenas, al interior de aquellas cortes de las intrigas, las conjuras, las conspiraciones. En este caso era Don Juan Rodriguez de Fonseca, quien, de una manera que ni la más vivida imaginación podría hoy describir, logra un lugar de privilegio al lado de la católica Isabel, a quien su familia apoyara incondicional en la pugna por el trono. Una vez allí su ascenso es vertiginoso y, termina en mil cuatrocientos noventa y tres al frente de los asuntos de Indias, organizando el segundo viaje colombino. Empieza a la sazón también, una fuerte rival...