Kafka.
Kafka.
Como a todos los lectores apasionados, Franz se me apareció un día en el horizonte literario, con aquel fulgor inevitable que lo caracteriza. Hoy en día, se le considera una referencia ineludible en la literatura occidental del siglo XX. "El mas profético cronista del siglo...", diría su amigo más íntimo y albacea de su obra, Max Brod, crítico de arte y también escritor quien, a pesar del deseo expreso del autor, se negó a destruir su obra. Por el contrario, consiente de su importancia trascendental, la promovió con inefable lealtad, hasta situarla en el lugar que se merece.
En aquel entonces, adolescente en los años setenta, dando tumbos, entre la tradición confesional de la todavía fría y sombría Manizales- encerrada entre las nubes, en las altas montañas de la cordillera central- y la desbocada sicodelia que llegaba a trompicones esporádicos, trayendo el mundo lejano de la modernidad, desde las latitudes legendarias del viejo mundo, al norte del ecuador, buscaba; como lo hizo durante toda su corta vida este atormentado y siempre inadaptado ser humano, que batalló hasta su muerte prematura, con el destino aciago que vislumbraba para sí y sus semejantes; el sentido de la vida. Él mismo manifestó que en ocasiones se sentía "...diferente, camino como todos los demás, pero por dentro, me siento como un extraño en mi propia vida." Ahora creo que nos pasa a muchos, cuando las circunstancias iniciales que nos rodean nos golpean. Max aseveró que, por su acentuada timidez hablaba poco, pero siempre con profundidad.
Franz, llamado así para honrar al emperador, nació judío, de los llamados asquenazíes, en Bohemia, provincia de la hoy Republica Checa, en aquel entonces anexada, con muchas otras, al Imperio Austro-Húngaro que se desmoronaba, como lo harían todos los proyectos absolutistas europeos, en medio de las revoluciones populares, de los levantamientos por las reivindicaciones nacionalistas por la autonomía de las regiones que, devendrían en la primera gran guerra mundial. De familia pequeño burguesa por el lado de la madre, cultivada y refinada, lo educó al comienzo una institutriz suiza y, al cumplir la edad continuó en la escuela primaria con los judíos de origen alemán; finalmente, por decisión del padre, al parecer arribista burdo y autoritario, emprendió la secundaria en el riguroso Instituto de enseñanza media Imperial Real de lengua alemana de Praga-Altstadt, sito en el Palacio Kinsky, donde estableciera finalmente su mercería, para acercarse a la comunidad germana, el ya acaudalado comerciante, alejándolo de la tradición hebrea.
Este desarraigo marcó al adolescente para el resto de su existencia, así como las muertes prematuras de dos hermanos, que lo cargaron de culpa. Inteligente, se refugió en los estudios, dominando el alemán y cultivando el checo con sus padres y a los veintitrés años se licenció en Derecho, después de intentar historia del arte y germanística. Para entonces ya escribía, inicialmente cartas a su primer amigo, Oskar Pollak; compañero de estudio y finalmente historiador de arte; algo floridas, mostrando a un joven vibrante, apasionado por la amistad. Un año después, durante las vacaciones, conoce a Max Brod, en una conferencia que este dicta, comenzando una camaradería que impulsaría su vocación literaria. Con un periodista, un actor y director de teatro yiddish y otros dos autores, integrarían un grupo que años después su camarada denominaría "El estrecho circulo de Praga".
Oskar muere durante la primera Guerra mundial, la perdida tiene que haber sido dolorosa para Franz, fue su primer interlocutor a través de las mencionadas misivas tan sentidas y personales. Aún no leo nada de esa afamada correspondencia, aparte de un intento elemental con su Carta al padre pero, fue la primera muestra de su talento innato para la buena literatura, dicen los críticos. Intenté también, en varias ocasiones en este caso, con la celebérrima Metamorfosis y con El proceso. Estaba joven e inmaduro tal vez, para su profundidades y tengo que confesar que las abandoné. Es otra deuda que tengo y me comprometo a saldar sin demora y seguro, con gran placer en esta ocasión.
Si he leído y con fruición muchos de sus cuentos, son maravillosos y existe uno- me comprometo a ubicarlo para recomendarlo- que me pareció en su momento el mas hermoso que haya tenido ante mis ojos. Soy un lector apasionado ya dije, y lo que más disfruto es un buen cuento. Debo haber leído cientos, quizás miles, desde Horacio Quiroga, un gran maestro del genero, pasando por los inefables de Cortázar y los fabulosos de Borges, solo para mencionar algunos de los mejores artífices de estas joyas y les puedo decir que, aun recuerdo la grata impresión de aquel que menciono de Kafka, en mi espíritu.
Hay mucho que decir respecto de la obra de Franz y de las vicisitudes y experiencias amargas que la marcaron, de como reflejó en su obra como ninguno hasta entonces, la magnitud de la miseria humana en medio de los viejos regímenes, que caían frente a sus ojos y como vaticinó su permanencia y persistencia en la nueva sociedad industrial, en medio de la codicia desmesurada de los dueños del capital y sus tejemanejes para dominarla, con la perniciosa connivencia de la burocracia, enquistada en los establecimientos estructurados para el efecto. Conoció su poder y su perfidia de primera mano, en el trabajo obligatorio en los tribunales en primera instancia, al terminar los estudios y, durante el resto de su vida con la Compañía de seguros de accidentes laborales del Reino de Bohemia.
No es posible imaginar que tan grande hubiera sido la influencia y el alcance de sus aportes, de no haber muerto en la mitad de su vida. Desde los veintiún años tuvo que frecuentar diversos sanatorios por la precariedad de su salud. No obstante continuó con su trabajo literario a la par de sus obligaciones laborales y el estudio de la tradición de su pueblo, durante dos décadas más con una solvencia impresionante. Pocos ejemplos de vida como el suyo, persistiendo estoico y taciturno, nos dejo un legado invaluable. Espero que estas cortas y limitadas palabras les hayan permitido entenderlo. Mi más sentido homenaje a un gran hombre, en el centenario de su partida, aunque sea un poco tarde...
Comentarios
Publicar un comentario