El tal divertimento...

  El tal divertimento...


 No sucede muy seguido pero, me pasa y, no obstante, si han sido un par de veces, no deben haber sido tres. Tengo que reconocerlo, fue por lo farragosos según recuerdo, mas no por fútiles o veleidosos y puedo afirmar que, regrese siempre a concluir su lectura cuando al fin se justificó. Abandonar la lectura de un libro no es nunca mi propósito, aun si se puede determinar como un bodrio al comenzar, porque he leído algunos hasta el final, tal vez buscando el sentido de aquella aglomeración de palabras que terminan perdidas en la sin razón. Hace unos días me sucedió de nuevo. Quizás parezca vanidad de mi parte pero, les aseguro que me canse de buscarlo en uno que, imagine como una promesa del placer que me dan las buenas lecturas. De esto dan constancia las casi quinientas páginas, debo aceptarlo de impecable factura como era de esperarse del afamado escritor, que me esforcé en leer. 

 El sujeto en cuestión ha sido reconocido durante décadas como un preclaro disertador, lúcido conferencista y profesor de la materia, que ha recorrido infinidad de claustros universitarios en tal función y ha escrito no se cuantos libros, que francamente me abstendré de leer. Según deduzco experto en literatura iberoamericana, parece haber deleitado a académicos y estudiantes hasta los confines de los cuatro puntos cardinales. Y si como escribe habla, entiendo la fascinación inicial, pero también imagino la decepción de muchos, conscientes de la vacuidad de sus palabras al final. No lo voy a mencionar, no es mi propósito demeritar el esfuerzo colosal que ha hecho el susodicho por justificarlas, para mí inútilmente. Uno solo de sus libros, la segunda parte de unas memorias, con las que continúa en el vano empeño, cayó en mis manos y les aseguro que será el único.

 Si el sentido de la literatura fuera como él pretende, según deduzco desde mi crasa ignorancia, solo el divertimento, su obra sería un monumento a esta práctica, aceptable en la música, mas no en las letras. Alardea sin reato el hombre de un apoliticismo a ultranza, para mí inconcebible en la realidad cotidiana, de las republiquetas latinoamericanas de mediados del siglo veinte, aún sin consolidar las comunidades nacionales, en medio de los escombros de las incontables tiranías de entonces, en los territorios de la antiguas civilizaciones aborígenes. Digo yo que lo hacía, para justificar un permanente saltar de una ideología a otra, sin encontrarles sentido, por la falta de compromiso social.

 Se puede colegir de sus palabras floridas y muchas veces pretenciosas, arribistas, de un marcado clasismo muy característico de esas oligarquías, con ínfulas de aristocracia, consolidadas  como colofón del régimen colonial, el origen pequeño burgués del que se ufana. En definitiva no creo que el rótulo de Boom, defina el importante aporte de la literatura de nuestro subcontinente al bagaje de la cultura universal, en esto estoy de acuerdo con el señor de marras que, se esmera en demeritarlo. Sin embargo estoy consciente que, desde aquellas épocas aciagas, escritoras y escritores de todas las incipientes nacionalidades de la región, han procurado develar al mundo, mas allá del realismo mágico con el que se quiere difuminar, la atroz realidad política y social del región. Con este propósito han consolidado obras monumentales que pasaron a la posteridad por mérito propio y expresaron el sentimiento de los pueblos oprimidos, inspiraron a los luchadores por sus reivindicaciones y, aún hoy, siguen contando al mundo la verdad de estas excluyentes sociedades en ciernes, en perpetuos conflictos. Esta es, pienso yo, la razón de este oficio en estas tierras, mientras prevalezca la desigualdad, no el divertimento. 

 Ya había tratado en otra reflexión anterior de entender como alguien puede dedicar su vida profesional, su obra, a estos menesteres. Todavía no lo comprendo. En el caso específico que hoy nos concierne, talvez lo haya descubierto. Su incontrolado ego, misógino además y algo misántropo, que lo lleva a alardear sin recato alguno, de incontables agasajos, francachelas y de sus innumerables conquistas-dice él mismo- de cuanta fémina hermosa se cruzo en su camino, adobadas con opíparas  cenas e inefables licores, en cuanto restaurante afamado encontró en su camino. Capítulos enteros dedica a solazarse en los detalles de sus romances clandestinos, por que también se caso varias veces con algunas de las desdichadas. Esta fue la gota que rebozo la copa. Hasta aquí llegó el cultor del divertimento conmigo. Solo  queda decir para rematar, suficiente ilustración para mi. 

 

 

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