Juana Julia Guzmán.

 Juana Julia.


  He estado indagando por días, tratando de encontrar las palabras adecuadas para rendir el tributo merecido a una mujer- y con ella a todas las mujeres-, en especial a aquellas que en este país del sagrado corazón, denigradas por la más abyecta opresión desde los lejanos tiempos de la colonia, se levantan a enfrentar un establecimiento corrupto, confesional y patriarcal desde sus comienzos; estructurado para mantener vigente una sociedad clasista, racista y arribista, ahora tozudamente neoliberal, a pesar del fracaso evidente del capitalismo salvaje; en la vanguardia de las luchas populares.

 Juana Julia Guzmán, por alguna razón que desconozco, hija de un señor Chamorro, fue reconocida con el apellido de su madre, me atrevo a decir que por haber sido hija natural, nació en Corozal; en sus comienzos San José de la Ermita; a la sazón, bastión de la tradición castellana señorial. Dicen los pocos cronistas de estas gestas que, ella misma reconoce su infancia y su primera juventud como "venturosas" y manifiesta una gratitud sincera hacia la distinguida familia de don Cristóbal Badel quien, al parecer la bautizó pues, le llaman su padrino, en cuya casa afirma, nació, se crió y recibió un trato preferencial, junto a otros dos pequeños adoptados también en aquel hogar, que incluyó una incipiente educación. Viendo el panorama general que la rodeaba, debemos reconocer que en realidad si tuvo suerte. Aquellas prebendas negadas a la mayoría, en especial a las mujeres; solo las de alta alcurnia tenían acceso a una instrucción específica que las preparaba para su rol de madres y esposas; son una notable excepción. 

 Escudriñando para determinar su compleja personalidad se concluye, que esta mujer que pudo haber sido simple y sumisa, tenía fuego en el alma. Siendo adolescente, en la que llama su casa, comienza a trabajar colaborando en la organización de las "apartadoras" de las hojas del tabaco, en el negocio de su benefactor hasta que, tras la muerte de su esposa este se derrumba, llevándolo a la quiebra. Juana encuentra refugió en casa de una tía en Montería y entonces comienza un despertar, una toma de conciencia que, la llevaría a constituirse en " el rostro de la resistencia histórica al régimen de trabajo forzoso...el fermento político que llevó a los campesinos a la acción colectiva." Inicia trabajando como "sirvienta" en la residencia de la viuda de un renombrado alcalde de la ciudad, de donde se puede decir, pronto se retira para convertirse en dependiente de la tienda y cantina de la "niña" Altamirano. Le gusta aquel negocio y con rapidez instala la suya propia, en el famoso barrio de Chuchurrubí, muy reconocido por sus fandangos. Allí, entre bailadoras, obreros y artesanos, en medio de aquellas peculiares fiestas populares, conoce a sus dirigentes, escucha la prédica incendiaria de Vicente Adamo y se enamora del hombre, de su lucha.

 Juntos se ponen entonces al frente de todas las movilizaciones de trabajadores y campesinos, bajo la influencia de los pioneros socialistas que organizan desde mil novecientos diecinueve, al pueblo que despierta de su marasmo de siglos. Allí en la plaza de mercado el inmigrante anarquista, quien había llegado un año antes que la campesina, con sus encendidos discursos de palabras sentidas y comprometidas, se gana su corazón y su entrega desinteresada a la causa de los explotados sin misericordia,  por un sistema de corte feudal que mantenía a sus trabajadores en una ignominiosa servidumbre.

 Incluyendo el cepo, de innegable raigambre medieval, las crueles e inhumanas condiciones laborales impuestas a empleadas domésticas, obreros, jornaleros, a todos los trabajadores en general, en la pródiga región del Sinú que, atraía gentes de toda la planicie caribe, buscando oportunidades para mejorar sus vidas miserables, no tardaron como en todo el país, en hacer la situación insostenible. Enarbolando sus reivindicaciones, desde que se conocieron, Juana Julia y Vicente, con su discurso y su accionar coherente, lograron encauzar el creciente descontento de las masas. Un manifiesto que publicaran en el semanario de sus organizaciones en mil novecientos veinte, La Libertad, refleja explícito las causas y hace un llamado a la rebelión. 

 "No trabajar en hacienda donde haya cepos o traten mal a los trabajadores.

  No trabajar con amos que cobren el doble valor por el dia que no se trabaja.

  No trabajar con amos que no den alimentación buena y abundante.

  No trabajar con amos que no den medicinas en caso de enfermedad.

  No trabajar con amos que den dinero a un interés del 10% mensual."

 Estas perversas relaciones laborales aquí denunciadas, estaban institucionalizadas en la normatividad vigente- en el marco de retardataria constitución de mil ochocientos ochentaiseis- por unas anacrónicas ordenanzas de las asambleas departamentales. Junto con la causa de la emancipación de las mujeres, su principal motivación, Juana, su compañero y sus compañeras de lucha; las lideresas locales, que incluían entre otras a la reconocida fandanguera María Barilla que amerita capítulo aparte; llevaron a todos los desposeídos de entonces a la acción mancomunada y, a través de organizaciones como la Asamblea mixta del litoral Atlántico que aglutinó a la Sociedad de obreros y artesanos de Montería, y a la Sociedad de obreras Redención de la mujer- promovida por ella- conquistaron tras arduas batallas, logros tan importantes como la derogación del leonino contrato laboral conocido como  "La Matrícula", mediante el cual los empleadores, terratenientes, comerciantes y amas de casa, amarraban de por vida a sus servidores. 

 Estas significativas victorias atrajeron a los campesinos del entorno y desde entonces, con ellos, este inefable par, mientras estuvieron juntos, los impulsaron y dirigieron hacia la consecución de sus más sentidas reivindicaciones. Siempre fue un siervo sin tierra el labrador en nuestra excluyente sociedad, fundamentada en la posesión de la tierra por unos cuantos, herederos de los privilegios espurios del saqueo recurrente durante la conquista, la colonia y la incipiente república, siempre en ciernes. Nómada tras mejores condiciones de trabajo, siempre adversas, arrastró sus bártulos y su familia, al borde la frontera agrícola, perseguido por los voraces latifundistas que no dejaban de despojarlo cada que podían, en connivencia con los burócratas corrompidos, enquistados en la institucionalidad, hasta que aquellos visionarios le mostraron las utopías y los guiaron a por ellas.

 Para mil novecientos veinte ya se había consolidado el primer Baluarte Rojo en Loma grande, y a su líder le decían "La robatierras" los terratenientes, estigmatizaron a sus seguidores varones como "maricones" y antes de finalizar el año siguiente, en Septiembre comenzó el desalojo policial. Juana y Vicente terminaron con sus maltrechas humanidades en una cárcel de Cartagena, acusados falazmente de matar un oficial, durante meses vejados y maltratados, hasta que una movilización nacional dirigida por el Partido Socialista Obrero, encabezada por María Cano y sus compañeros, consiguió liberarlos. Más se demoraron en salir que en ponerse al frente de la lucha una vez mas. Durante un lustro estuvieron juntos en aquella vanguardia, hasta que a él, lo expulsa el gobierno nacional con la colaboración de la Legación Italiana y ella, se acantona entre sus pares. 

 En todo el territorio nacional aquel ejemplo se dispersa y aglutina a los campesinos que, ocupan tierras y consolidan colonias agrícolas autónomas. Juana Julia permanece al frente, mientras vive y se constituye en el referente que los guía con su beligerancia y su feminismo combativo y coherente con su discurso de siempre. Para mil novecientos setenta, con ochenta años, todavía asesora a sus compañeros campesinos que la respetan, en la consolidación de la Asociación de usuarios campesinos, reconocida y legalizada tres años atrás por el gobierno de Lleras Restrepo, para encauzar desde el establecimiento, por primera vez, una reforma agraria. No obstante la mezquina tozudez de los terratenientes, aún vigente, se vuelve a atravezar y, con sevicia y alevosía exacerban el conflicto, condenándonos a seis décadas de guerra fratricida que aún no podemos parar. Y hoy le toca al Gobierno de la vida, volver a convocar a su pueblo, el soberano, para que lo acompañe en la lucha por estas viejas reivindicaciones. Hasta cuando...


  

 

 

 


  

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