Compañeros.
Compañeros.
En esta ocasión me propongo reivindicar esta condición que considero fundamental a la hora de las relaciones humanas. "Primero sos compañero", me imagino al Che diciéndoles a aquellos indígenas y campesinos que lo acompañaron por los vericuetos de las montañas andinas, cuando resembraban la semilla de la vida en los campos ancestrales, donde aún rondaba pertinaz la muerte agazapada, defendiendo los intereses de las élites que, apoltronadas en sus privilegios espurios, legado de la colonia, seguían vendiendo por migajas, los recursos de las repúblicas en ciernes.
Cosa más grande caballero, diría el revolucionario cubano, al preguntarle su opinión al respecto, convencido de que solo el compañerismo proverbial de sus compatriotas revolucionarios, puede mantener a flote la utopía, que aún refulge en medio de la estolidez humana. Compañeras y compañeros se dicen entre ellos los cubanos, aquello de camaradas jamás caló. Con la connotación burocrática, totalitarista que implicaba, terminó siendo una palabreja desdeñada. Ha sido ese compañerismo, la solidaridad ancestral, legado de los nativos y los esclavizados durante la colonia, el sustento del proyecto revolucionario. El triunfo de la justicia y de la razón alcanzado mediante la lucha guerrillera en contra de la mafia enquistada en el poder, con el apoyo del establecimiento estadounidense corrompido por los dineros sucios que lavaban para los capos, se ha sostenido, sumido en la desidia de los funcionarios, gracias a la idiosincrasia caribe, caracterizada por la empatía natural hacia sus congéneres, semejantes y diferentes, de los pueblos resultantes del sincretismo poblacional de la región.
Los sobrevivientes del saqueo colonialista que arrasó las naciones indígenas, de la codicia de los mercaderes de esclavos y, la alevosía de los hacendados que compraban seres humanos como inversión para desarrollar sus latifundios; aprendieron, para conservar la vida y la dignidad en sus precarias condiciones, a apoyarse los unos a los otros, a acompañarse en sus vicisitudes cotidianas. Compañeros de infortunio, terminaron con el paso del tiempo y una encomiable resistencia consolidando fuertes comunidades que, sobrevivieron cuatro centurias de colonialismo voraz e insaciable.
Hoy, gracias a esa condición ya inherente a su naturaleza, vemos a los pueblos latinoamericanos levantarse dignos a apoyar a quienes se aplican en la lucha por sus reivindicaciones ancestrales, a luchar ellos mismos al frente para determinar sus destinos, en manos durante ese largo tiempo, de inconsecuentes y obtusos políticos, ciegos y sordos por conveniencia propia a sus clamores.
Socio, colega, amigo, igual, pareja, cada uno de los individuos que componen un cuerpo o una comunidad; son unas de muchas acepciones de esa palabra sublime que quiero hoy enaltecer. Por que se menosprecia con desdén, quizás por desconocimiento de la profundidad de su esencia. Y para rematar quiero decir que, creo que, así como se ha dado en nuestros lares tropicales, también lo ha hecho en todos los sitios del planeta, donde un pueblo ha sido estrujado por la codicia de sus congéneres.
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