Borges y Bioy Casares. Un dúo estrafalario.

 Un dúo estrafalario.


 Aún tengo cierta inquietud con el título de este empeño singular que pretendo iniciar el día de hoy. En un momento dado consideré peculiar, como el adjetivo adecuado para el propósito de construir una semblanza lo más fidedigna posible, de una pareja al parecer imposible de encasillar en pocas palabras. Se bautizaron a sí mismos estos dos autores ficticios que, valga la redundancia, más parecen la ficción de alguno.

 Honorio Bustos Domecq se nombró uno de ellos y el otro como Benito Suárez Lynch. Se conocían de tiempo atrás, Bioy Casares admiraba a Borges que empezaba a deslumbrar luego de bregar con insistencia en el oficio, logrando fama de virtuoso, serio y dedicado. Adolfo había escogido por voluntad propia que, por encima de todo escribiría, así en la familia aristocrática desdeñaran la vocación. Paradójico asunto pues el padre, prestante e influyente estanciero cultivado y doctor en derecho, lo había intentado publicando sus memorias y, a pesar de su origen no comulgaba con los prejuicios sociales y la madre recibía en el caserón porteño con desparpajo, a los escritores de moda y a los parásitos políticos que atraían. Llegado el momento de las decisiones acordaron que, Adolfito podía escribir todo lo que quisiera, en el tiempo libre entre su gestión como administrador de los campos. 

 Durante un tiempo, en sus lares creyeron que Bioy Casares era una de la ficciones de Jorge Luís quien, al momento de encontrarlo en la ruta literaria había publicado suficientes, para que por ellas le reconocieran su valía. Para entonces el primero, con la influencia subrepticia de su padre; tras iniciar con un cuento a los once años, para seducir, precoz don Juan, a la prima que le atraía; tenía en su haber la publicación de dos novelas que detestó  y ocultó siempre y según sus palabras otras tres de la misma calaña. De Borges he leído suficiente, todas sus Ficciones, incluido el Aleph, un poco de su obra crítica y algo de sus ensayos espléndidos para, más que admirarle, reconocerlo como el grande la literatura universal que llegó a ser. Muy poco, casi nada de Bioy Casares y, nada de nada de sus alter egos. 

 Hoy me comprometo a subsanar tan grave falencia. Una vez más crece y se transforma la larga lista de deudas que tengo con la literatura. Pasa con frecuencia, en este inconmensurable universo, cada día se descubren inefables tesoros que no se pueden desdeñar. Aquí tengo uno entre manos. En lo que me falta de Borges, en lo que pueda encontrar de su compañero de aventuras, porque no es otra cosa lo que juntos emprendieron, y lo que encuentre de sus avatares. 

 Empezaré por intentar esbozar de la mejor manera posible, en la medida en que su propia condición, casi mítica lo permita, este fantástico ser, ese doble híbrido, producto de la simbiosis momentánea de dos personalidades bien definidas, que resulta ser un solo, un tercer escritor que se nombra dos veces. Voy a intentarlo repito, parafraseándoles, tomando de paso las apreciaciones de la crítica, expresando mi propia percepción del caso. 

 Se consolidó aquel pacto, tras el intento conjunto de producir un folleto publicitario para promocionar La Martona, la industria láctea que pretendía comercializar los productos de la familia estanciera. El vástago a cargo del propósito, acudió al recién conocido y ya célebre autor para lograrlo. A pesar del poco éxito del intento, dijo Bioy en algún momento, que había constituido para sí, un valioso aprendizaje y Borges comprendió cómo se elevaba su virtuosismo junto a la espontaneidad de Adolfo. Así mismo, ambos entendieron que el otro tenia lo a a cada uno le faltaba.

 Se complementaban entonces, atraídos por una loca fruición enfrentada a cualquier obligación, dirían los críticos: "...primer avatar de un imaginario extremo, teñido de euforia y violencia, que nada en sus obras individuales hacia prever...", trataron de precisar, buscando diría yo, definirlos en algo concreto, sin exito, tambien diría. No es una tarea sencilla, ni para el crítico más avezado, ni para mí, que tengo tantas falencias al respecto, definir la esencia de un sujeto fabuloso. Por que no es otra cosa, una criatura casi mitológica, esa pareja, Benito y Honorio, que son un solo escritor, "un tercer personaje...existe...pero solo cuando estamos conversando."

 Asi que aqui me tienen otra vez sumido en la camisa de once varas, pero con la fruición al tope, pensando por dónde continuar en este reto fantástico que a mi mismo y a sus mercedes, me comprometo a llevar a feliz término. Tendrán que regalarme su paciencia mientras vuelvo con más, en el próximo capítulo. 

 

 

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