Carlos Fuentes Macias. La edad del tiempo.

 La edad del tiempo.

 Aquí una vez más, otro reto impuesto por la necesidad de manifestar; sin ninguna imposición; mi admiración por los grandes de la literatura, fuente de este deleite ineluctable que producen las letras, cuando se arruman una tras otra en las palabras que vamos leyendo o que vamos escribiendo. Cosa seria es la pasión por la literatura. Desde el momento en que nos contagiamos y se arraiga en el alma-creo que allí es donde habita-comienza a invadir nuestra consciencia de la vida, de la existencia propia y las ajenas, las de nuestros semejantes. Termina siendo para quienes se lo permitimos el norte de nuestro destino. Quien se hace consciente de su influjo, de la importancia y la riqueza de sus frutos, está felizmente condenado a permanecer atado a ella. Así lo siento yo, creo también que así es para todos y cada uno de los hacedores literarios. Cada uno a su manera, cada quien en el grado de su compromiso, sabe de la responsabilidad adquirida al asumir el oficio. 
 Se hacen grandes algunos, muchos se quedan a mitad de camino; florecen y dan esplendidos frutos aquellos entregados en cuerpo y alma a la misión escogida. Hoy me atañe uno de los mas reconocidos. De Carlos Fuentes Macias, diría un presidente francés que lo admiró: "Fue un gran escritor de la identidad mexicana." 
 No he leído mucho de su obra extensa y erudita, pero si suficiente para confirmar la afirmación del político. Tome prestado de la intención suya de englobar su producción de algún modo, el titulo de esta reflexión. No obstante como le pasó a él, me pasa a mi, al quedarnos cortos en dicha intención. No alcanzamos siquiera a imaginar, al trasegar por estos vericuetos, el alcance de los resultados de nuestra labor; más allá de intentar manifestar nuestro pensamiento frente a la realidad que nos toco en suerte, no pretendemos mucho más, pero la intensidad de nuestra entrega  a un propósito específico, puede hacer que lo logrado trascienda lo banal y se eleve a alturas insospechadas. Quienes lo logran se insertan para la posteridad entre esos clásicos, de acuerdo a la consideración de la crítica.
 Aquí estamos frente a uno, desde mi particular punto de vista, de los clásicos de la literatura contemporánea universal. Sumergido en el inconsciente colectivo del mestizaje que, comienza en la época de la conquista del llamado nuevo mundo; de parte del viejo, caduco y decadente, revitalizado con el choque cultural, salvado de la extinción por las riquezas inconmensurables de las tierras vírgenes, de este lado del Atlántico, saqueadas con sevicia y alevosía para financiar la permanencia de su fracaso político y económico, ante el embate de las revoluciones; indaga a profundidad en la historia y la identidad de la nación mexicana. 
 Desde allí en un permanente rescate de esta historia, estudia y reflexiona sobre las estructuras del poder y su ejercicio, desarrollando un exhaustivo análisis de las problemáticas sociales. Vivió desde niño en medio de una permanente actividad intelectual, en una existencia cosmopolita de viajero permanente como hijo de diplomático, consolidando con el tiempo un bagaje académico que lo hizo sobresaliente en el oficio y le otorgó, pienso yo, una visión universal, sin abandonar nunca la base cultural mexicana. Y esto lo convierte junto a sus contemporáneos de la región, encasillados como el boom, en otro latinoamericano integro, entregado a la gesta de la transformación de nuestras realidades y la consolidación de una identidad común. Porqué más allá de buscar satisfacciones personales, aquellos que trascendieron nuestras fronteras con sus escritos y se inscribieron en los anales universales, pretendieron mostrarnos que los pueblos resultantes de aquella violenta simbiosis, con base en nuestras trágicas historias compartidas, tenemos un pasado que nos une, por encima de las fronteras y podemos construir un futuro propio y promisorio en conjunto. 
 Cambio de piel fue la primera de sus novelas que llegó a mis manos, cuando era aun un adolescente imberbe y junto a la Rayuela de Cortázar y otras, de aquellos coterráneos iluminados de mediados del siglo XX, me marcaron para siempre. He leído un par más y, muchos de sus ensayos, lúcidos y esclarecedores, así que aquí también quedo en deuda. Quiero leer La región más transparente una vez más y todo lo que pueda. Espero eso si, haber cumplido con el homenaje sentido que pretendí hacer.

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