Julio Cortázar.
Una devoción.
Difícil empeño, este de hoy. Expresar con claridad lo que tengo que decir, acerca de una persona de la que en definitiva soy devoto admirador. Para hacerme entender, voy a empezar parafraseando a Gabo, de quien me acabo de enterar compartía mi devoción. Dijo alguna vez al definirlo que: "Fue el ser humano más impresionante que he tenido la suerte de conocer." Y escribiendo de su oficio que, tras leer Bestiario, su primer volumen de cuentos, era un escritor como el que hubiera querido ser. Ya deben haberle reconocido, con la sola mención de la obra formidable que es, dicha colección de joyas inmejorables . La más difícil expresión narrativa, un cuento, no lo escribe cualquiera. Todos los que bregamos en este oficio, sabemos que su indispensable brevedad complica, a extremos insospechados, la elaboración de cualquier relato corto. Y al respecto Julio Cortázar, es para mí uno de los maestros del genero. Tuvo grandes predecesores, muy conocidos por los buenos lectores y, es seguro que debe haber por ahí quienes alcancen su nivel. Él admiraba profundamente al uruguayo Horacio Quiroga y, tradujo por encargo, al llamado Maestro de Boston, Edgar Allan Poe. Tengo una anécdota personal que ilustra la dificultad de lograr un espécimen de estos. Después de cuarenta años de aplazar mi dedicación a este, el ofició que nos atañe ahora, hice un balance de los escarceos que pude adelantar mientras tanto. Había escrito sin mucho fundamento cientos de paginas sueltas, por lo general en agendas comerciales que cada fin de año llegaban a mis manos, por que estaba ocupado ganándome el sustento de mi familia, como representante de ventas. Después de descartar casi la totalidad, sobrevivieron dos historias que resolví trabajar por su posibilidad de convertirse en un buen cuento. Hoy luego de ardua labor, solo uno clasifica y al otro, me llevo dos años convertirlo en mi primera novela. Para mí esto significó la confirmación definitiva de la ingente capacidad en el oficio, necesaria para contar una historia en una cuantas paginas. Y dicen los que saben, que algunos de los cuentos de Cortázar, se encuentran entre los mejores del género. Por mi parte puedo decir que los suyos, están entre los que más aprecio. Creo que los he leído todos, no en una sino en varias ocasiones, disfrutándolos siempre en buena medida. Comencé a leerlo sin embargo, con su famosa contranovela-así la clasifico él mismo- Rayuela, en mi adolescencia, cuando decidí enfocar mi pasión por la lectura. Para mi fortuna, un medio nacional comenzó entonces la publicación semanal de un volumen con dos novelas, de los escritores representantes del llamado por la crítica, Boom Latinoamericano. Y allí en uno de ellos encontré a Horacio Oliveira, aquel latinoamericano desarraigado en Paris, que deambulaba por sus puentes y callejones; buscando algo que parecía haber ya encontrado pero, no sabia; detrás de la silueta veleidosa de La Maga; la uruguaya Lucia, madre soltera de Rocamadour, un desgraciado infante que fallece trágicamente, en medio de la trama dislocada de una relación desequilibrada; protagonista central de la obra. Comparten los dos una bohemia intelectual con los miembros del Club de la serpiente, variopinto grupo multiétnico, que sostiene constantes y acaloradas disquisiciones, sobre cualquier cosa, desde la calidad de un vino, hasta la desafortunada pintura de un pintor mediocre, con el que conviven o la indiscutible calidad de la literatura de Morelli, alter ego del autor-de acuerdo a apreciaciones de los eruditos-, figura de importante trascendencia para el grupo. A pesar de ser un hombre en la mediana edad, por estos lares parroquiales, muchos nos identificamos en aquellos días, con Horacio. No pretendo aquí, como siempre, un análisis académico, no tengo las herramientas, sino más bien plasmar mi admiración por uno de los grandes de las letras, a quien, entre más conozco más respeto. Lector apasionado desde niño, adquirió una cultura universal inmensa, que gustaba compartir con sus muchos amigos que, con él aprendieron incluso de historia del jazz, como fue el caso de García Márquez y Carlos Fuentes, y que inspiro a otros importantes hacedores latinoamericanos. Indagando para consolidar esta humilde semblanza, encontré unas palabras, de otro reconocido coterráneo, que como él supero los nacionalismos en ciernes, de los países al sur del Rio Grande, y soñando con una patria grande, nos dejó también un inmenso legado literario. Dijo una vez, al pedirle su concepto, el señor escritor Roberto Bolaño; a quien hoy me comprometo ante ustedes a leer, a la mayor brevedad; lo siguiente: "A mi me encanta Cortázar. Lo conocí, además en México, hace muchos años. Para mi fue como conocer a un dios." Yo no tengo ahora, nada más que agregar.
Comentarios
Publicar un comentario