La paradoja del cholo.

  La paradoja del cholo.


 Voy a intentarlo. He tratado  de encontrar la manera de abordar este, hoy en día, espinoso asunto, por decirlo de algún modo comprensible. Él mismo usó al referirse a su persona, este mote, cuando el rey Juan Carlos de España le concede en un acto digno de su extravagante anacronismo, el título de primer marqués de Vargas Llosa en el  año dos mil once. Para entonces había acumulado como pocos, reconocimientos y premios, todos los posibles a ambos lados del atlántico.   Nadie puede negar, ya lo había dicho, que es un escritor incomparable. A sus dieciséis, ya colaboraba con notas, entrevistas y reportajes, en el diario limeño La Crónica, mientras continua su educación en un colegio militar, enviado por su padre, dos años atrás, quien persistía en alejarlo de su vocación literaria. Al perecer colérico, su progenitor; al que conoció diez años después del divorcio de sus padres, tras una corta separación justo cuando él nació; repudió la precoz inclinación a las letras de su primogénito, sometiéndolo a constantes explosiones de violencia. Pero lo que logró el iluso, fue exacerbar la pasión ya incontenible del hacedor en ciernes, quien relata más adelante como, durante aquella experiencia castrense, al parecer bajo la influencia del poeta y pintor surrealista Cesar Moro, uno de sus profesores en aquel claustro, leyó y escribió como no lo había hecho hasta entonces. Y lo haría en adelante con disciplina y rigor indiscutibles, logrando consolidar con el paso del tiempo una de las obras más conocidas, difundidas y respetadas del llamado boom latinoamericano y al día de hoy el reconocimiento universal,  incluso, de la Academia Francesa, que lo integró como miembro de número, en dos mil veintiuno. Aquí entra en escena la paradoja; en sus comienzos contestatario como la mayoría de los escritores latinoamericanos, enfrentados en su época a muy diversas manifestaciones retardatarias, por regímenes de corte fascista, hasta el punto de colaborar con el partido comunista peruano, a la sazón perseguido por el gobierno de turno y simpatizar al iniciarse, con la revolución cubana, muy pronto en un giro inesperado, se inscribe en el partido  demócrata cristiano y con el pasar de los años, para mil novecientos ochenta  termina apoyando el liberalismo; o mejor dicho el neoliberalismo económico que, puede condenar a la humanidad y al planeta al exterminio. Había cuestionado con constancia el establecimiento estructurado para someter la innata rebeldía humana, ante los desafueros y atrocidades de los poderosos, en contra de los desposeídos, para sostenerlo, en sus primeras novelas. Comienza en La Ciudad y los perros, podría decirse, basada en su experiencia en el colegio militar;  en la cual critica con dureza la institución castrense; que consigue publicar, tras ingentes dificultades, con la prestigiosa editorial Seix Barral, tras ganar el premio Biblioteca breve, por recomendación del mismo editor, abriéndole de manera definitiva la puerta del mundo literario universal, impulsando de paso el boom y la difusión de la obra de varios de sus contemporáneos, de por estos lares parroquiales. En La casa verde denuncia, sin ambages, la explotación descarada y descarnada del hombre por el hombre, en este caso bajo las condiciones inconcebibles de las caucheras en las selvas del Amazonas. Ya la industria había reconocido su talento, igual que lo hiciera unos años atrás su primera esposa, la escritora boliviana Julia Urquidi, que diría tiempo después de separarse, haber sido quien empujo la carrera de su sobrino político. Puede haber algo de cierto en sus afirmaciones, talvez se dilucide la cuestión en el futuro, por ahora estas circunstancias nos dan el contexto de los inicios del escritor, quien finalmente gracias a su disciplina y dedicación al oficio se consolidó como un grande de la literatura. 

 No soy quien, ni lo es ninguno de nosotros los veleidosos seres humanos, los que podemos juzgar, ni lo pretendo, la vida y mucho menos la obra de tal personaje. Solo puedo reconocer con conocimiento de causa; he leído con singular deleite algunas de sus obras, incluso una detrás de la otra sus dos primeras novelas; su capacidad creativa y su compromiso con el oficio. Y debo reconocer también, en este momento que, respecto a su compromiso con la realidad humana, hace tiempo sufrí una decepción y me produce una triste grima, si es posible decirlo así, verlo en estos momentos convertido en comidilla de los tabloides sensacionalistas, sufriendo las consecuencias de sus decisiones y acciones al interior de su vida privada. Lo más grave del asunto es que, estos perniciosos elementos del mundo editorial no tienen respeto alguno por la dignidad humana. 

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