Encuentro con Saramago.
Encuentro con Saramago.
La década de los noventa sería definitiva para el rumbo de mi devenir. Finalizando la anterior conseguí trabajo como almacenista de las bodegas de materiales, en la tristemente célebre mina de carbón a cielo abierto, en la localidad del Cerrejón, al sureste de La Guajira, una de las más grandes del mundo. Regresé a la costa caribe buscando consolidar la familia que iniciara un lustro atrás y, esta fue la única opción de empleo disponible. Comencé viajando cada semana de ida y vuelta, entre Barranquilla donde nos establecimos y los campamentos de la mina en Albania. De martes a sábado, después de un vuelo de algo más de una hora en la madrugada, el primer día y de regreso al final del turno, despachábamos y entregábamos elementos para el mantenimiento de los diferentes y descomunales equipos utilizados para extraer y transportar, tanto el carbón, como el que llamaban material estéril, desde el ya inconmensurable hueco en la corteza terrestre, que según decían podía verse desde el espacio. Hoy por hoy será lo único que quedará en la zona, luego de la extracción desaforada por décadas, de millones de toneladas del combustible fósil, para beneficio exclusivo de las multinacionales. En este entorno socio político específico; que para entonces comprendía mejor, merced a las lecturas que emprendiera unos años antes, en medio de la crisis existencial, que resurgió al llegar a los treinta años de existencia, pero que estaba latente desde los veinte, cuando se astilló la jaula de cristal en la que crecí; fue que me encontré con los libros de don José Saramago. Para entonces leía, una vez más, cada que podía.
Debió llamarse José Sousa, como el padre pero; aun por determinar la veracidad de la anécdota; dicen en su pueblo, Azinhaga, al noreste de Lisboa, que el mordaz humor de un funcionario del registro civil, amigo de aquel, lo convirtió al jugarle una broma, en el famoso y conocido Saramago de hoy. La condición de la familia, campesina, sin tierra y de escasos recursos, así como la tragedia de la muerte temprana de un hermano mayor, determinarían el devenir de su existencia y su pensamiento político, comprometido con la realidad de su pueblo. Apenas adolescente tuvo que abandonar sus estudios técnicos, para ayudar a sus progenitores en la supervivencia de la prole. Empezó como herrero pero, pronto su capacidad de trabajo le consiguió un empleo en la seguridad social y, pronto también se casó con escasos veintidós años. En el interín, nunca abandonó una precoz sed de saber y la pasión literaria inculcadas por su madre analfabeta, pudiendo nutrirse de los clásicos y cultivar el oficio de escritor que, veinte años después escogería para el resto de sus días. A los veinticinco publicó con muy poco éxito su primera novela; insistió con una segunda, que solo vería la luz editorial después de su muerte; contingencia que al parecer lo llevó aplazar durante dos décadas el quehacer literario. Él mismo diría que "sencillamente no tenía nada que decir y cuando no se tiene algo que decir es mejor callar." Trabajó en una compañía de seguros a la par de colaborar en un diario, del que fue expulsado por razones políticas y ejerció la crítica cultural en una conocida revista, hasta mil novecientos setentaiseis, cuando retoma con renovado ahínco su oficio natural. Durante más de cuarentaicuatro años escribió cada día de su vida, con un compromiso solo comparable a su compromiso con la humanidad. En la entrega del premio Nobel, que obtuvo en mil novecientos noventaiocho, la Academia Sueca resaltó su capacidad para "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía." Había trasegado entonces medio mundo, por decirlo de alguna manera, escribiendo y debatiendo en innumerables foros, defendiendo la dignidad de la vida, desde que adhiriera en su reinicio literario al partido comunista, proscrito por la dictadura de Salazar a la sazón, que lo censuró y persiguió hasta que se sumó a la Revolución de los claveles, impulsando la consolidación de la democracia portuguesa.
Todavía no he leído suficiente para hacerle los honores que merece pero, a pesar de lo ingente de la tarea trataré de leer todo lo que pueda de su extensa obra. Comencé, si mal no recuerdo con sus cuadernos y, si recuerdo bien que los de Lanzarote me subyugaron y me conmovieron de un modo profundo. A renglón seguido, sin poder parar, continúe con la que la critica ha considerado la primera de sus grandes novelas, Levantado del suelo, con la que inicia un activismo intelectual de carácter social que, mantiene dentro de una ética personal más allá de los partidos y un escepticismo a profundidad. Escribió y publicó poesía, cuando se involucró de lleno en la revolución hasta que, conseguida la victoria democrática, inicia el periodo más activo de su vida literaria. Siempre fiel a una aguda consciencia social, empezando con una contundente metáfora en El ensayo sobre la ceguera, lanza constantes bofetadas para aquellos que sufren de la peor, la de los que no quieren ver. El evangelio según Jesucristo le consigue el éxito definitivo y la atención mediática por la polémica desatada, al expresar sin tapujo sus críticas a la Iglesia católica, su repudio a los políticos conservadores y el apoyo irrestricto a los desposeídos. Por ahora, mientras puedo leer lo que alcance de su prolífica producción tiene todo mi respeto, como el gran escritor que fue, convencido de que alcanzará con el paso del tiempo constituirse en un clásico de la literatura a nivel mundial.
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