Gabriel Garcia Marquez. El nunca bien ponderado...

 El nunca bien ponderado...


 La expresión me gusta, de forma definitiva, expresa muy cerca, el grado de admiración que podamos tener por alguien influyente en nuestro modo ser y de pensar. 

 El oficio de escribir, él, en su inefable sabiduría lo definió como un inapelable delirio. Muchos podrán reconocerlo en estas palabras de uno de sus discursos, cuando, un poco a regañadientes, recibió el premio Nobel. Precedido por muy pocos en la región, el primer colombiano en recibirlo, sigue siendo poco más que admirado, por sus coterráneos. Más por un imperdonable desconocimiento de su valía personal que, por falta de reconocimiento de su obra. Yo mismo me declaro deudor en este sentido y, me impongo en este momento subsanar esta falencia. Será una tarea ingente, pero por su naturaleza muy interesante y con seguridad satisfactoria. Con esta primera nota comienzo, por donde debo, con lo que tengo presente en mi consciencia al respecto. 

 Como poeta, Gabriel García Márquez, por que en esencia es lo que era, procura en cada palabra, según las suyas propias, invocar siempre "los espíritus esquivos de la poesía", reconociéndole de paso la capacidad de vaticinar y, de enfrentar con éxito "los sordos poderes de la muerte". Pero me quedaría corto definiéndolo así, porque ejerció todas las facetas del quehacer literario a cabalidad, por su entrega total al oficio. 

 Salió a la luz, surgió de las tinieblas de la horrible noche nacional, militando con fervor en el periodismo, con un compromiso indeclinable con la noticia, aferrado a la realidad, independiente de las "verdades" convenientes. 

 De sus cuentos no es posible escoger el mejor, para mí todos y cada uno lo son. Sus novelas, todas las que he leído, que son la mayoría, las considero también imponderables, en su acepción de inmejorables, incluida la de sus putas tristes, menospreciada, incluso vilipendiada por la envidia de detractores gratuitos. 

No es mi intención en estas líneas, un análisis profundo de su obra prolífica, con un compromiso irrefutable con la realidad nacional, con la cotidianidad popular y, con el devenir de su pueblo vejado por la pervicaz ceguera de unas oligarquías ruines y mezquinas, con ínfulas aristocráticas, legado del bárbaro y nefasto pasado colonial. No obstante no puedo, no podemos los colombianos dejar de reconocer su valía, su coraje; que lo llevó al exilio; como adalid de la reivindicación de la historia verdadera de la Republica del Sagrado Corazón de Jesús. También tengo una deuda con la lectura de los frutos de su trabajo como periodista, que voy a pagar, empezando de inmediato; así como también deseo conocer, la imagen que han consignado sus biógrafos para la posteridad. Por el momento espero la llegada del libro de su pariente o amigo, está esto por determinar para mí; lo compre por internet; el poeta samario José Luís Diaz-Granados, al parecer entrañable por su cercanía. Ya les contaré...

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