Una aventura aplazada.
Una aventura aplazada.
Ya son algunos días los que han transcurrido, tratando de iniciarla. Un solo temor, el de mi falta de pericia en estas lides tecnológicas de la informática, ha sido el óbice, no otro, pues ya he trasegado con persistencia, hace ya unos cuatro años, la brega de la palabra. Habiéndola iniciado en mi primera juventud, en aquellos años de zozobra de la adolescencia; así llamada tal vez, por que entonces creemos de todo adolecer; nunca la asumí con el ahínco suficiente para hacerla mi oficio.
Podría estar arrepentido, pero con franqueza, no lo estoy. En primer lugar no vale la pena, de nada sirve arrepentirse, nada se logra con ello, lo hecho hecho está y nada que hagamos lo podrá cambiar. Por otro lado, parafraseando la sabiduría popular, mi preferida, nunca es tarde; además puedo decir sin temor a equivocarme, que he tenido hasta hoy una vida bien satisfactoria y, estoy empeñado en hacerla plena en la medida de mis capacidades. He construido al lado de una buena compañera, paciente y solidaria una bonita familia; como todas algo disfuncional, para usar el termino que ahora se estila, pero sólida, cálida y definitivamente entrañable.
Lo considero un gran logro y, junto a una buena cantidad de arboles sembrados y un libro- una novela que en definitiva considero bien lograda- puedo decir, otra vez con la sabiduría popular, que cumplí la trilogía que puede constituir una buena existencia. Así que aquí, en este instante, a través de esta herramienta, me comprometo conmigo y con mis congéneres a aportar, a partir de este don que la vida me ha otorgado, mi granito de arena a la construcción de una sociedad humana renovada, con base en las premisas de la solidaridad, la fraternidad y la igualdad, que nos permita persistir en el tiempo y el espacio. A la brega pues...
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